Cultura del Metropolitano

Conociendo el Jazz – 5ta parte

 

Una Revolución Inesperada

A principios de la década de 1940, mientras la segunda guerra mundial hacía estragos en el continente europeo, en Estados Unidos el swing vivía su punto más alto de popularidad, con orquestas como la de Tommy Dorsey o, particularmente, la de Glenn Miller, vendiendo centenas de miles de copias de sus discos. Éstos en su mayoría presentaban un swing ligero, con arreglos minuciosamente interpretados, pero, en general, carecían del elemento clave del jazz: la improvisación. Teniendo en cuenta esta situación, las miles de big bands profesionales y amateurs que existían en EE.UU, tomaron como ejemplo este tipo de big bands “comerciales”, dejando de lado los ejemplos más jazzísticos de las orquestas de Duke Ellington o Count Basie. Si a esto le sumamos el ascenso en popularidad de los cantantes- quienes durante los años 30 eran simplemente “empleados” de las orquestas  y cuya función era interpretar las melodías de los standards más famosos, pero que ahora podían solventar exitosas carreras y poner su nombre en las marquesinas de los teatros, incluso por encima de las orquestas sus antiguos jefes- nos damos cuenta que, si bien, el swing estaba generando enormes ganancias, la parte jazzística de éste estaba totalmente en decadencia.

 

Eventualmente, esta situación comenzó a crear una inmensa frustración entre los jóvenes músicos de jazz afro norteamericanos, quienes no sólo veían cómo el racismo imperante en el país los privaba de oportunidades (y compensación económica) al nivel de sus pares blancos, sino también cómo la hiper comercialidad del estilo swing los tenía repitiendo noche a noche las mismas viejas melodías, sin oportunidad de expresión personal. Es así como estos jóvenes, en su mayoría figuras “secundarias” en el ambiente musical, decidieron comenzar a hacer sesiones nocturnas (después de su trabajo como músicos de las big band) dedicadas totalmente a la improvisación, con el fin de poder expresarse y pulir sus habilidades en un entorno sin restricciones. Es así como nacieron las famosas jam sessions en locales emblemáticos de Harlem, el barrio con mayor afluencia afro norteamericana de Manhattan y donde se encontraban distintas famosas salas de baile, donde, cuando se acababa el baile, los músicos podían quedarse hasta la madrugada tocando en un ambiente creativo y- hay que decirlo- muy competitivo, donde cada solista buscaba opacar a su colega anterior con improvisaciones cada vez más complejas, virtuosas y creativas. Es justamente en este contexto donde comienza una de las revoluciones musicales más trascendentes del siglo XX, una revolución de carácter underground  que cambió para siempre la relación entre el jazz y la audiencia, y cuyo nombre proviene de una onomatopeya que muchos usaban para referirse a una fuerte disonancia utilizada por los músicos: BEBOP.

 

En términos generales, las características más importantes del estilo Bebop son las siguientes:

  • Complejidad a nivel técnico e intelectual:

En el bebop, los solistas comenzaron a “dibujar” musicalmente acordes cada vez más complejos y con mayor uso de “disonancias”, lo que se transformó en un desafío intelectual para los músicos, quienes ahora tenían que sumar toda una nueva gama de escalas e intervalos a su arsenal disponible. Si a esto sumamos que muchas veces el estilo bebop se toca a altas velocidades, tenemos un desafío técnico y mental nunca antes visto en el jazz. De cierta forma, la complejidad del bebop funciona como una especie de manifiesto: “el que realmente toca, puede tocar bebop”, obviamente derivado de la frustración que sentían los músicos afro-norteamericanos al ver que sus pares blancos, que normalmente se desempeñaban a un menor nivel, lograban quedarse con los trabajos. En la nueva música, en cambio, “solo sobrevive el más fuerte, el que estudia obsesivamente, el que quiere acabar con la mediocridad del swing comercial”. Esta actitud altamente competitiva ayudó a elevar el nivel técnico del jazz durante la década del 40, dejando atrás los tiempos en que músicos amateurs podían tocar jazz sin mayor dedicación al estudio. Cabe destacar que el “lenguaje” creado por Parker y Dizzy, no solamente llegó a los instrumentos de viento, sino que también a los de la base rítmica. A mediados de los 40, ya podemos escuchar interpretaciones de bebop en piano (Bud Powell, Hank Jones, Thelonious Monk) y contrabajo (Jimmy Blanton, Oscar Pettiford, Ray Brown), además de la verdadera revolución que significó el estilo para la batería.

  • Nuevo concepto rítmico:

Si bien muchas veces el énfasis de las novedades del bebop tiende a centrarse en el aspecto melódico o la complejidad de los acordes, la verdad es que es justamente en el ritmo donde reside otro aspecto igual de importante, y quizás aún más polémico. Si comparamos los solos de Charlie Parker o Dizzy Gillespie con los que solían hacerse durante la era del swing, nos damos cuenta que existe una diferencia fundamental en términos rítmicos. Si en el swing era común comenzar las frases en los tiempos más “lógicos” de un compás, en el bebop los solistas desarrollan un fraseo totalmente “asimétrico”, comenzando y terminando sus frases en lugares totalmente inesperados, lo cual, para los oyentes, resultó increíblemente difícil de digerir en un comienzo. Sin embargo, ayudando aún más a la polémica generada por el estilo, está el nuevo rol de la batería: si hasta la era del swing, el baterista llevaba un pulso clarísimo en el bombo o el tambor, con el advenimiento del bebop esto comenzó a variar. Teniendo en cuenta que ya no estaban tocando para bailarines, los bateristas comenzaron a interactuar de manera más clara con los solistas, perdiendo casi del todo la parte “marcial” que caracterizaba al instrumento desde un inicio. Desde mediados de los 40, bateristas como Kenny Clarke y Max Roach, comenzaron a llevar el pulso en platillos cada vez más grandes (“Ride”), logrando un sonido mucho más ágil que la pesada marcha de antaño. Además, el tambor ahora fue ocupado como un elemento de improvisación, que “respondía” a las variaciones de los solistas melódicos, algo que se conoce como comping (los pianistas también ocupan el comping al acompañar rítmicamente con acordes, de manera reactiva a lo que tocan los solistas).  Por último, el bombo, que hasta entonces tenía la función de marcar eternamente todos los tiempos del compás de 4/4, ahora bajó en volumen, dejando protagonismo solamente a fuertes acentos improvisados que se conocieron como “bombas”. Todos estos cambios fueron increíblemente polémicos, ya que los bailarines se sentían muy frustrados por la irregularidad del acompañamiento rítmico, siendo las “bombas” y el comping las gotas que “rebalsaron el vaso”. De aquí en adelante, el jazz nunca volvió a ser bailable para las masas, y por lo tanto, comenzó su transformación en un producto de elite.

  • Poco énfasis en los arreglos y la composición:

Teniendo en cuenta que el bebop es un estilo que nace como reacción al “reinado de la música escrita” en la era del swing, no resulta difícil entender por qué los arreglos perdieron importancia en la nueva música. En parte, esto también se debe a que el bebop se tocaba en pequeños grupos o “combos” de 3 a 6 integrantes, por lo que, a diferencia de las big band, los arreglos escritos no eran mandatorios. Sin ir más lejos, lo más común en el estilo es simplemente interpretar la melodía del tema al unísono, sin mayor sofisticación, para luego dar paso a lo más importante: la improvisación. Asimismo, las composiciones del bebop eran muchas veces vehículos para lograr nuevos desafíos a la hora de improvisar, siendo una práctica común tomar viejos “standards”, agregarle nuevos acordes y finalmente reemplazar las melodías por otras que parecían directamente salidas de un solo improvisado, impredecibles y llenas de complejidad melódica y rítmica. Hoy en día, muchas de estas melodías son consideradas “standards modernos” y representan de manera clara las particularidades de un  estilo totalmente disruptivo.

  • Intelecto y expresividad:

A pesar de toda la carga intelectual que conlleva el estilo bebop, es importante hacer notar que el sonido no tiene nada que ver con lo que normalmente consideramos “académico”. Por el contrario, al escuchar a Parker y compañía nos encontramos con tonos que exudan desesperación, frustración, angustia y riesgo, algo que muchos asocian a una reacción tanto frente a la realidad de la existencia afro-norteamericana en EE.UU, como también a la relación de muchos jazzistas con los narcóticos, particularmente la heroína, que comenzó a hacer estragos en los barrios negros durante los 40, y que ayudó a terminar tempranamente con la vida de muchos músicos, como el trompetista Fats Navarro ó el mismísimo Charlie Parker, años después.  A diferencia del swing, el sonido del bebop de los 40 es estridente, punzante e intranquilo, sin duda un reflejo de su época.

Sin embargo, la historia del jazz siguió avanzando, el público se tornó más conocedor y exigente, los pequeños clubes de New York reemplazaron a las salas de baile y los músicos dieron rienda suelta a su creatividad en un mundo que, al menos en parte, ya no los obligaba a regirse por los cánones de la industria del entretenimiento masivo.

Lamentablemente, al entrar Estados Unidos a la segunda guerra en 1942 y hasta 1945, la grabación de discos fue muy menor, centrándose en las grandes figuras pop de la época. Por ende, toda la transición desde el swing al bebop (así como su desarrollo temprano) sólo vive en grabaciones amateur de la época. Las primeras grabaciones importantes del estilo, del año 1945 en adelante, muestran un bebop ya maduro, pero no por eso menos interesante.

En nuestro próximo capítulo veremos cómo, a partir de las libertades ofrecidas por el bebop, distintos músicos dan origen a los primeros subgéneros del jazz moderno.

Felipe Opazo O. 

Compositor y Arreglista

Profesor Historia de la Música Instituto Profesional Escuela Moderna de Música
Playlist Bebop: https://open.spotify.com/playlist/3GBNecE7rsQ7BWLjLau9Xr?si=STTdxgRPS-6nsHDWljZhHg