Cultura del Metropolitano

Jade Beer y su nuevo libro

Jade Beer. Holly Clark Photography.

Cuando los vestidos hablan

La periodista y escritora inglesa, toda una superventas con narraciones que unen misterio y alta costura, presenta una ficción tan real que hasta el mismo Christian Dior podría palidecer. Un relato íntimo que habla de cómo las mujeres pueden ser capaces de esconder grandes secretos bajo códigos estrictamente femeninos.

Por Alfredo López J.

¿Es posible que una historia de amor pueda hilvanarse de manera oculta entre costuras y dobleces? Al menos Jade Beer, la autora del aplaudido “Los secretos de la biblioteca de la Quinta Avenida”, lo hace con elocuencia en “Los ocho vestidos de Dior”: un título que en 464 páginas divide la ciudad de París en dos épocas. La primera en los años 50 y la segunda en los tiempos actuales.

Primero, una mujer casada con un diplomático hosco y aventurero cruza más que miradas con un aprendiz de pintura. Es cuando comienza la infidelidad en un París refulgente de vanguardias pictóricas, soirées muy intelectuales y una vida marcada por las pautas de los grandes diseñadores, en este caso de Christian Dior.

Paralelamente, el relato suma a la nieta de esa mujer llamada Alice, quien desde el presente comienza a investigar los secretos que esconden esos ocho vestidos que usó su abuela. Cada uno de ellos oculta en sus dobleces las iniciales de dos letras A enlazadas. Como si se tratara de un romance oculto de cara al público, en la medida que avanza el relato aparece una historia conmovedora, un relato que indaga en la capacidad de las mujeres para confabular secretos con una delicadeza igual a la de Dior, quien siempre ocultaba en los pliegues de sus vestidos un pequeño manojo de flores de muguet, sus favoritas. Una manera personal y caprichosa de desearle buena suerte a sus fieles clientas.

UNA RESERVA DE MAGIA

Jade Beer es editora, periodista y novelista. Ha trabajado para medios como Condé Nast Brides, The Sunday Times Style, Tatler Weddings Guide, Glamour, Stella Magazine, y es una de las críticas habituales de ficción y no ficción en The Mail on Sunday. Cuando se refiere al mundo que quiso reflejar en su última entrega, no puede dejar de remitirse al modisto que impuso las polleras amplias y trajo de regreso la cintura ajustada a través del llamado New look. “A Dior le gustaba pensar que sus prendas se construían como edificios. Entonces, lo que realmente me atrajo fue su idea de que el exterior de los vestidos daría una impresión de simplicidad, mientras que los trabajos más elaborados quedarían por debajo, ocultos”. Esa reflexión le permitió a la autora enfrentar la dramática y compleja estructura interna de esos trajes con los episodios que marcan la difícil vida de la protagonista, incluso como reflejo de momentos dulces, dolorosos y también de abandono.

“La intención de Dior era engañarnos a todos en ese sentido. Siempre me ha fascinado que sus colecciones estuvieran dirigidas sin ningún tipo de pudor a una mujer muy específica: una extremadamente elegante y amante de los grandes lujos”, prosigue Jade Beer.

Una de las frases que más llama la atención del modisto era que “la alta costura es una de las últimas reservas de magia”, un mundo que en principio le fue esquivo. Si bien estudió diplomacia en París y se codeó con creativos como Salvador Dalí, Jean Cocteau y Christian Bérard, tuvo que ser creativo para fundar una galería de arte que pudiera financiar a su familia.

La Gran Depresión había llevado a sus padres a la ruina y tuvo que explorar nuevos caminos profesionales: fue entonces cuando empezó a vender sus bocetos a los periódicos y llamó la atención del modisto suizo Robert Piguet, quien lo contrató como patronista.

En 1942, tras servir en el ejército, regresó a París para trabajar en alta costura junto al empresario textil Marcel Boussac, a quien le propuso crear finalmente la marca Dior.

A los 41 años lanzó su primera colección y sentó bases de modernidad a través de una renovada silueta femenina que rompía con la austeridad de los diseños posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Esa colección significó, de alguna manera, el renacimiento después de la crisis económica de finales de los cuarenta. Esos vaivenes, que hablan de dificultades y renaceres, fueron los que Jade Beer usó como un perfecto guardarropa. Uno a la medida para contar una historia de mujeres que camuflan con estrategia sus debilidades y fortalezas, incluso con secretos que pueden ir más allá de su propia descendencia.