Cuando las palabras no salen, el arte suele ser un
gran acompañante para la reflexión y el crecimiento
de las sociedades.

Gleisy Ríos

Desde los griegos, hemos podido
presenciar cómo el arte es indispensable para la superación y desarrollo de las mismas. Ariela Chávez, en su obra, nos entrega un reflejo de cada pequeña
tribu que compone la impetuosa ciudad que la vio crecer, mientras que nos invita a reflexionar sobre el rol que jugamos hoy, queramos o no, en este pedacito del mundo. 

La presencia de lo urbano y de las metrópolis, por otro lado, son dos elementos cruciales en la obra de Ariela Chávez. Sus composiciones formadas por fotografías empañadas de moda, e incluso del Pop Art,revelan la esencia de la ciudad, el ruido y la rapidez que emana de ella. De igual modo, en la obra hay un constante homenaje a la mujer aguerrida en sus diferentes fases, ya sea como madre, mujer, intelectual y traviesa. La presencia de lo femenino, en otras palabras, construye a una mujer moderna, sensible y poderosa, incluso cuando no está del todo explícita.

 

 Asimismo, la naturaleza es un elemento recurrente en la obra de Chávez. Su papel es, precisamente,
fungir como contraparte de lo antinatura que parece provenir de las ciudades, siempre a la vanguardia y atravesada de aconteceres incluso surreales. Con ciertos matices religiosos en la obra, de hecho, la artista nos devela un concepto evolutivo que va desde el hombre primitivo al joven oficinista. Todo esto, porsupuesto, sin saltarse al mainstream, o una representación casi fiel a las distintas tribus urbanas.