Mundo del absurdo : 

Es un mundo posible que implica la ausencia de la causalidad racional para los sucesos que ocurren y para las conductas de los personajes. No hay causas visibles para las actitudes de los personajes y muchas veces estas denotan demencia, enfermedad o carencia de sentido.

Este mundo está relacionado con la sátira, el humor y la crítica social. Los autores lo utilizaban mucho en el siglo XIX, entre ellos, Jean-Paul Sartre, Soren Kierkegaard y Eugene Ionesco.

Ejemplo:

Sra. Smith: El yogur es excelente para el estómago, los riñones, el apéndice y la apoteosis. Eso es lo que me dijo el doctor Mackenzie-King, que atiende a los niños de nuestros vecinos, los Johns. Es un buen médico. Se puede tener confianza en él. Nunca recomienda más medicamentos que los que ha experimentado él mismo. Antes de operar a Parker se hizo operar el hígado sin estar enfermo.

Sr. Smith: Pero, entonces, ¿cómo es posible que el doctor saliera bien de la operación y Parker muriera a consecuencia de ella?

Sra. Smith: Porque la operación dio buen resultado en el caso del doctor y no en el de Parker.

Sr. Smith: Entonces Mackenzie no es un buen médico. La operación habría debido dar buen resultado en los dos, o los dos habrían debido morir.

Sra. Smith: ¿Por qué?

Sr. Smith: Un médico concienzudo debe morir con el enfermo si no pueden curarse juntos. El capitán de un barco perece con el barco, en el agua. No le sobrevive.

Sra. Smith: No se puede comparar a un enfermo con un barco.

Sr. Smith: ¿Por qué no? El barco tiene también sus enfermedades; además, tu doctor es tan sano como un barco; también por eso debía perecer al mismo tiempo que el enfermo, como el doctor y su barco.

Sra. Smith: ¡Ah! ¡No había pensado en eso! Tal vez sea justo… Entonces, ¿cuál es tu conclusión?

Sr. Smith: Que todos los doctores no son más que charlatanes. Y también todos los enfermos. Solo la Marina es honrada en Inglaterra.

Sra. Smith: Pero no los marinos.

Sr. Smith: Naturalmente.

Mundo utópico

La palabra utopía se compone de dos términos provenientes del griego: “u”, que es una negación, y “topos”, que se relaciona con el concepto de lugar. Por lo tanto, podríamos traducir la palabra como el no lugar, o el lugar que no existe.

Tomás Moro fue su creador, pues para él el mundo ideal era uno en el que gobernaran la igualdad y la paz para que los seres humanos pudieran vivir en armonía. Sin embargo, este concepto dio lugar a muchos intentos de mundos perfectos que fallaron en el intento, debido a que lo que nos hace humanos es nuestra condición de pensantes, de ser diferentes al resto; mientras eso sea así, siempre existirán sentimientos negativos. Algunas obras pertenecientes a este mundo son: Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1984 de George Orwell, Ensayo sobre la ceguera de José Saramago y Farenheith 451 de Ray Bradbury.

Ejemplo:

Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados. Con la punta de bronce del soplete en sus puños, con aquella gigantesca serpiente escupiendo su petróleo venenoso sobre el mundo, la sangre latía en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director tocando todas las sinfonías del fuego y de las llamas para destruir los guiñapos y ruinas de la Historia. Con su casco simbólico en que aparecía grabado el número 451 bien plantado sobre su impasible cabeza y sus ojos convertidos en una llama anaranjada ante el pensamiento de lo que iba a ocurrir, encendió el deflagrador y la casa quedó rodeada por un fuego devorador que inflamó el cielo del atardecer con colores rojos, amarillos y negros. El hombre avanzó entre un enjambre de luciérnagas. Quería, por encima de todo, como en el antiguo juego, empujar a un malvavisco hacia la hoguera, en tanto que los libros, semejantes a palomas aleteantes, morían en el porche y el jardín de la casa; en tanto que los libros se elevaban convertidos en torbellinos incandescentes y eran aventados por un aire que el incendio ennegrecía (…) Se vio en los ojos de ella, suspendido en dos brillantes gotas de agua, oscuro y diminuto, pero con mucho detalle; las líneas alrededor de su boca, todo en su sitio, como si los ojos de la muchacha fuesen dos milagrosos pedacitos de ámbar violeta que pudiesen capturarle y conservarle intacto. El rostro de la joven, vuelto ahora hacia él, era un frágil cristal de leche con una luz suave y constante en su interior. No era la luz histérica de la electricidad, sino… ¿Qué? Sino la agradable, extraña y parpadeante luz de una vela.

Farenheith 451, Ray Bradbury

En el fragmento citado se aprecia una escena en la que los libros son quemados por los bomberos, quienes pensaban que hacían lo correcto, que los libros eran malignos por enseñar a la gente a pensar diferente, a tener su propia visión de la existencia… Un mundo ideal podía concebirse solo si las personas pensaban todas lo mismo sin cuestionamientos.

Artículo escrito por:

Claudia Cuevas Moya  / Coordinadora de edición de Aguja Literaria