El último año nuevo con mi madre
Eva Morgado Flores

En aquella habitación oscura con solo la cancina luz de una lamparita que alumbraba levemente tu pálido rostro, me mirabas atenta como una niña observa a su madre antes de dormir. Descorrí un poco los pesados cortinajes, lo suficiente como para ver los fuegos artificiales que iluminaban la noche entre los añosos árboles del caserón, hoy solitario, con solo la
compañía de nosotras dos. 

¡Año Nuevo! A lo lejos, el bullicio y la algarabía que llegaban hasta mis oídos, no a los tuyos, pues el paso de los años los fue ensordeciendo y dejándote en un silencio total que, por más que usara mi imaginación, no lograba representar en mi mente.
–¿Qué miras? –me preguntaste con asombrados ojitos de niña.

 

Solté las cortinas, avancé hasta tu cama y te tapé
como una madre cubre a su hija antes de dormir.
Solo la noche, escribí en un cuadernito que estaba
siempre en tu velador, para comunicarnos. ¿Cómo
explicarte que era Año Nuevo, sin tener claro qué
produciría en tu mente perdida en un pasado? ¿Te
inquietaría? Por supuesto, podría traer recuerdos de
los años en que aquella casa se encontraba llena con
la presencia de tus hijos, mi padre y la alegría de esta
celebración

  Era necesario que te durmieras, era muy tarde
para que estuvieras despierta y sabía que pronto
comenzaría a sonar el teléfono con llamadas de saludo

Descansa, bebé! –te dije con tono materno. La impredecible vida había cambiado nuestros papeles,
y veías en mí a una madre que te cuidaba y protegía.
Las mismas manos que me acunaron se aferraban a
las mías, como una pequeña busca el calor amoroso
de su mamá antes de dormir. Mis labios permanecieron en tu frente y acaricié tu blanco pelo– ¡Buenas
noches, descansa!

Tus ojitos mansos comenzaron a cerrase, tu senil
manito soltó la mía, como una niña que se duerme
acunada. Una sonrisa bella se instaló en tu rostro,
la sonrisa de una niña que se duerme tranquila, sin
miedo.
 

Justo antes de que tus ojos se cerraran por completo y tu cuerpito se relajara entre mis brazos, pudeobservar el brillo de tus pupilas; es indefinible lo que
te dice una mirada, pero los ojos hablan un idioma
distinto al de los labios. Era como si con lentitud se
fueran apagando; solo los días, o con suerte los meses, dirían cuándo. Volví a besar tu frente, de mis
labios salió un “¡Feliz Año Nuevo!”. Estabas dormida.
El teléfono sonó y cerré con suavidad la puerta
de tu pieza, cuidando de no sacarte de tu profundo sueño. A través de la pequeña rendija que quedó
antes de cerrarla por completo, te observé dormida.
Vendrían los saludos y la preocupación por estar sola
esa noche… Las fiestas no importaban, no aquel año.
En mi corazón y en mi alma tenía la certeza de que
sería el último Año Nuevo con mi madre.